Las mejores tardes de los sábados las pasábamos jugando al fútbol en el Baudilio. Esto ocurría todo el año, aunque durante los periodos vacacionales suponía pachanga diaria. Que cual era el aliciente para que deseásemos la llegada de esas tardes…….sin duda alguna eran las “caseras”.
La cita deportiva comenzaba a eso de las cuatro de la tarde aunque para las tres y cuarto (y antes) ya solía aparecer algún que otro pringao - solían ser el “tenedol” y el “cotorra” los primeros en llegar - ; esta prontitud se debía, generalmente, a que sólo los diez primeros colegas en llegar tenían asegurada la plaza para poder jugar y el resto tenía que conseguir juntar a equipos de 5 para poder participar. Llegamos a juntarnos hasta 25 tios para matarnos por unas “caseras”……joder era la hostia y para las tres y media ya había gente suficiente.
Lo primero que había que hacer nada más saltar la valla del Baudilio era depositar la cuota de 25 ptas que posibilitaba el jugar. Sin apuesta no había futbito. Este era el bote que se apostaba y que se llevaría el equipo ganador para gastarse en las “caseras” del Alimerka …….que emoción jajajajaja
Una vez en la pista todos los panolis, llegaba el momento de la selección de los equipos que era llevado a cabo mediante el, como no, “pares o nones” por los últimos jugadores en llegar que casi siempre eran los mismos. Aquí ocurría lo que siempre ocurre para todo: se van cogiendo los más o menos buenos y a joderse por tener que quedarse con los más paquetes que muchas veces, a pesar de todo, conseguían ganar el ansiado “trofeo”.
Bueno, pues ya tenemos los equipos listos y preparados para jugar. Diez minutos de tiempo o dos goles encajados era la duración de cada encuentro, y nada más empezar ya tenemos la primera bronca pal Mon por fallar un gol cantao, pal negro por chupón, pal Koeman pa que se quite las manos de atrás de la espalda y se mueva, las primeras carreritas del marica del Marritas, las pisadas de balón del Chocho andante y, por supuesto, mi primer jugadón cediéndole el gol al món y éste, estrepitosamente, fallando de nuevo jajajajajajajaa; al Gominolu por los suelos (como siempre), al Gonzalín cagándose en su hermano, el Tetu mirando pa las nubes con ese estilo inconfundible, el Cesar dándoselas de figurín apaquetao, el Cristian picándose con esos ojos (Diossssssss) y al Mateo riéndose de él, al Cipote arriba y abajo con ese estilo cipotiano suyo……bufff haber que toy desvariando ya. El tema es que la misión de la tarde era ganar para llevarse las pelas para las “caseras”
Cuando ya no había luz para poder seguir jugando – esto ocurría dependiendo del momento del año en que nos encontráramos y después de llevar sólo unas cuatro horas jugando- llegaba el momento de la procesión al Alimerka. Era el mejor momento de la tarde. Ese momento en que cogías las botellas, las mostrabas para que se vieran bien a los perdedores, las abrías con regocijo viendo sus caretos cagándose en toda nuestra familia y con un cabreo de cojones, básicamente te reías de ellos y todo por un puto refresco. Joder eso era vida, era gloria bendita cuando ganabas, porque cuando te tocaba palmar daba por el culo cosa fina.
La cantidad de cabrones que allí nos reuníamos era impresionante. Todos los colegas del barrio estábamos allí para jugar y ganar esas “caseras” y era un asunto de vida o muerte porque – la virgen- había que aguantar el cachondeito que se traían los que ganaban. Lo bueno era que después de cagarte en todos estos cabrones que te habían ganado, al día siguiente te vengarías de todos ellos. Ahí ya estaba pensando como restregar la victoria aún más de lo que ellos habían echo contigo, aunque fuera fácil que pudiera tocarme en el mismo equipo jejeje. Que tiempo aquellos
Cagüen Ros...algunos ya tan apuntu del alceimer revolviendo pa la moceda otra vez, ¿non casate de perder caseres oh??
ResponderEliminarYo iba a menudo a las "caseras" y éramos unos "mantas" cojonudos, nin...
ResponderEliminarPero aquellas risas que nos echábamos..., eran mundiales.